Mírenla
atravesó la penumbra de los rostros
el infinito desierto de los cabellos blancos
bofetadas de una ideología desbaratada
risas destrozadas
aceleración
tibieza entristecida
y en el espejismo aprendió a conducir sin frenos
por avenidas de lineas colgantes
encontrando respuestas en cada recorrido.
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Lástima de aquellos que no ven la sabiduría
que nace en la quietud
la belleza de los cuerpos en reposo
(Del libro, El nacimiento de la Gargolena, 2013)
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