viernes, 31 de marzo de 2017

CÉSAR DÁVILA ANDRADE 1919 1967 (ECUADOR)

CANCIÓN A TERESITA                         (Apasionadamente)


Pálida Teresita del Infante Jesús,
quién pudiera encontrarte en el trunco paisaje 
                                               de las estalactitas, 
o en esa nube que baja, de tarde, a los dinteles,
entre manzanas blancas, en una esfera azul.

Caperucita parda,
quién pudiera mirarte las palmas de las manos, 
la raíz de la voz.
Y hallar sobre tus sienes mínimos crucifijos, 
bajando en la corriente de alguna vena azul. 
                         Colegiala descalza,
                         aceite del silencio, 
                         violeta de la luz.

Cómo siento en la noche tu frente de muchacha, 
encristalada en luna bajar hasta mi sien. 
Cómo escucho el silencio de tu paseo en niebla, 
bajando la escalera de notas del laúd.

Cuando amanece enero, con su frío de nácar, 
sé que tu pecho quema su materia estelar;
y que la doble nube de tus desnudos hombros 
se ampara en la esquina delgada de la cruz.

Cómo escucho en la noche de caídos termómetros, 
volar, rotas las alas, el ave de tu tos;
y llorar en la isla de una desierta estrella 
a jóvenes arcángeles enfermos como tú. 
Teresita:
esa hierba menuda que viene de puntillas 
desde el cielo a las torres;
ese borde de guzla que nace en los tejados;
esa noción de beso que comienza en los párpados; 
la trémula angostura del abrazo en los senos: 
todo lo que aún no irisa la sal de los sentidos
y es sólo aurora de agua y antecede a la gota, 
y tiene únicamente matriz en lo invisible;
lo mínimo del límite, le que aún no hace línea, 
eres tú, Teresita, castidad del espectro.
La comunión primera de la carne v el cielo. 

Cuando el olivo orea su balanza de nidos, 
cuando el agua humedece la niñez del oxígeno, 
cuando la tiza entreabre en las manos del joven 
la blancura de un lirio que expiró en la botánica, 
allí estas tú, Teresita, víspera del rocío,
en la hornacina pura de un nevado corpiño, 
con tu fantasma tenue, concebido en la línea 
ligera y sensitiva en que nacen las sílfides.

                          Suave, sombra, celeste, 
                          soledad silenciosa.

¿Quién te entreabrió ese hoyo de dalia en la sonrisa? 
¿Quién te vistió de clara canela carmelita
como a una mariposa? 
¿Quién colocó en tus plantas 
los descalzos patines de celuloide y ámbar? 
¿Quién te ungió las manos de divina tardanza 
para que no pudieras
jamás herir las cosas?

                           Tenue, tímida, tibia, 
                           traslúcida, turgente.

Por tu amor, la madera se vuelve una sortija 
y la niebla, sonata al pasar por los álamos.

Por tu amor, en el éter se conservan los trinos, 
las plegarias se tornan cascabeles azules
y la espiga, una trenza del color de los cálices.

                            Delgada, dulce, débil,
                            divina, delicada.

Tu doncellez intacta crea nardos ilesos
sobre ese fino valle del aire en los cristales, 
cuando sólo es un trémulo sonido que no alcanza 
a embozar en el tímpano el espectro del canto. 

Novia que viajas sola
en un velero de hostias.
Enamorada pura en la edad de la garza.

                             Niña, nupcial, nerviosa,
                             nívea, naciente, núbil.

Cómo veo tus manos pasar por los bordados 
y abrir una acuarela de anclas y corazones; 
tus ojos que conocen esos duendes de cera 
que andan con las abejas al pie de los altares.

Cómo siento tus trenzas ocultas en una gruta, 
donde se agrupa el oro bajo un toldo de lino.

                              Ideal, ilusa, íntima, 
                              irreal, iluminada.

¿Quién podrá olvidar tu nombre, Teresita?
¿Tu nombre que comienza en una noche de estrellas 
y ha cambiado el sentido de la lluvia y las rosas?

Lo pronuncian los niños al llamar a las aves,
o al decir que las cosas les nacen en los ojos.

Las bellas colegialas que recogen en coro 
una llovizna azul en el hoyo de las faldas.

Las novicias que cantan entre muros de nieve 
y crucifijos pálidos.

Los monjes que hicieron de su sangre una nube 
para guardar los campos con escuadrillas de ángeles.

Por tu finura de ángel con alas de violeta
y tu ternura inmensa que, a veces, se hace pena, 
un Amor Infinito escribió en el cielo
la inicial de tu nombre con un grupo de estrellas.




martes, 28 de marzo de 2017

EUGENIO MONTEJO 1938-2008 (Caracas, Venezuela)

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EL BUEY 
El buey que lleva mis huesos por el mundo,
el que arrastra mi sombra,
uncido a las estrellas, a yugos siderales,
va arando el tiempo, no la tierra,
por eso es sabio, profundo, demorado,
al tardo paso de las nubes.
Es mi buey, mi maestro cuadrúpedo,
por quien he conocido en la quietud
el habla porosa de las piedras
y cierta obediencia práctica a las cosas,
casi taoísta.
Es mi buey, la parte móvil de mi estatua,
lento de sol a sol sobre las horas;
el que ara el tiempo, no los campos,
el que graba con surcos en mi rostro
las semanas, los meses y los años.

viernes, 24 de marzo de 2017

HAFIZ 1320-1389 (Shiraz)


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NO TE AFLIJAS

No te aflijas: la belleza volverá a encantarte con su gracia;
tu celda de tristeza se trocará en un jardín de rosas.
No te aflijas: tu mal será trocado en bien;
no te detengas en lo que te inquieta,
pues tu espíritu conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas: una vez más la vida volverá a tu jardín
y pronto verás, ¡oh cantor de la noche!
una corona de rosas en tu frente.

No te aflijas si, algún día,
las esferas del cosmos no giran según tus deseos,
pues la rueda del tiempo no gira siempre
en el mismo sentido.
No te aflijas si, por amor, penetras en el desierto
y las espinas te hieren.
No te aflijas, alma mía, si el torrente del tiempo
arrastra tu morada mortal, pues tienes el amor
para salvarte del naufragio.
No te aflijas si el viaje es amargo,
no te aflijas si la meta es invisible.
Todos los caminos conducen a una sola meta.
No te aflijas, Hafiz, en tu rincón humilde
en que te crees pobre, abandonado a la noche oscura,
y piensa que aún te queda tu canción y tu amor.









ALBA

Esto dijo al alba el ave a la rosa recién despertada:
«Sé amable, pues muchas como tú florecen en esta explanada.»
La rosa rió: «Verás que en verdad no mostramos dolor,
Mas nunca un amante con tan duras palabras acosó a su amor.
Si tu deseo es beber vino de rubí de la copa enjoyada
Debes ensartar perlas y corales traspasados por pestañas.
No puede atraer a las ventanas de su nariz el sabor del Amor
Quien el polvoriento suelo de la taberna con la mejilla no barrió.»

Anoche, en el jardín de Iram, cuando en el aire agradecido
La brisa del nuevo día meció las hermosas trenzas de jacinto
Pregunté:«Trono de Jamshid, ¿dónde está la copa que revela el mundo?
Suspiró: «Esa despierta fortuna yace ahora en un sueño profundo.»
No siempre de la lengua brotan amorosas palabras:
Ven, trae vino, oh tabernero, pon fin a esta charla.
Las lágrimas de Hafiz arrojan al mar su paciencia y talento.
¿Qué hacer si no puede ocultar cómo el amor desgarra su ser?









martes, 21 de marzo de 2017

FARID UDDIN ATTAR (siglo XII) Irán


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LA ARAÑA

¿No has visto a la impaciente araña que pasa caprichosamente su tiempo? Teje con avidez una red maravillosa, con la esperanza de que caiga en ella una mosca. Precavidamente construye una casa que abastece con provisiones para su uso. Cuando la mosca se precipita con la cabeza para abajo en su tela, la araña chupa la sangre de la carne del pobre bichito. Después deja secarse el cadáver en el mismo lugar y continúa tomándolo como su alimentación durante un cierto tiempo. Pero de pronto el dueño de la casa se levanta, con la escoba en la mano. Ahora bien, el nido de la araña representa el mundo y la mosca, la subsistencia que Dios ha colocado en él para el hombre. Aunque el mundo entero te estuviera destinado, lo perderías en un instante. Ya puedes glorificarte dé la realeza del mundo, que no eres más que un niño en la vía espiritual; pues tú te diviertes fuera del telón. No busques la realeza, si no has comido cerebro de asno; y sabe ¡oh insensato! que el reino del mundo está entregado a los toros. Aquel cuyo tambor y cuya bandera señalan la alta dignidad no sabría ser derviche. En cuanto a ti, aléjate de esas cosas, pues no son más que ruido y viento. En efecto, es el viento el que infla la bandera y el ruido sale del tambor; estas dos cosas valen menos que la más pequeña moneda de vellón. No hagas caracolear tanto al corcel de tu necedad, no te deleites tanto en la ilusión de tu elevada posición. Se acaba por despellejar a la pantera y así pronto se te quitará la vida. Puesto que es imposible ser distinguido individualmente, más vale perderse voluntariamente y entrar con la cabeza baja "en el todo". No te es posible ser orgulloso, humíllate pues; ¿hasta cuándo jugarás? O agacha la cabeza y no busques la dominación, o deja el juego y no te metas en tu cabeza. Tu palacio y tu jardín no son para ti más que una prisión. Tu alma es la desgracia de tu alma. Deja esta habitación terrestre llena de ilusiones. ¿Hasta cuándo la recorrerás? Abre el ojo de la verdadera ambición y ve la vía espiritual; pon el pie en esta vía y descubre la corte celestial. Si llegas al punto de hacer llegar tu alma a esta corte, no apreciarás más la gloria del mundo.





lunes, 20 de marzo de 2017

LIKE A ROLLING STONE (Bob Dylan, 1941) Estados Unidos





Hubo un tiempo en que ibas muy elegante.
Estabas en la flor de la vida, arrojando moneditas a los mendigos, ¿recuerdas?
La gente te avisaba: "Ojo, niña, vas a acabar mal".
Tú pensabas que bromeaban.
Y te reías
de todo el mundo.
Ahora ya has bajado el tono.
No pareces tan orgullosa
de tener que andar rebuscando tu próxima comida.

¿Qué se siente?
¿Qué se siente
vagando sin hogar,
por todos ignorada,
como un caso perdido?

Sí, doña Soledad. Fuiste al mejor colegio.
Pero no nos engañemos, te pasabas el día borracha.
Y nadie te enseñó a vivir en la calle.
Y ahora te toca acostumbrarte a eso.
Dijiste que jamás transigirías
con los vagabundos misteriosos. Pero ahora entiendes
que él no vende coartadas.
Mientras contemplas el vacío de sus ojos,
y le preguntas si quiere hacer trato contigo.

¿Qué se siente?
¿Qué se siente,
a solas en la vida,
sin un hogar en tu destino.,
por todos ignorada,
como un caso perdido?

Nunca miraste atrás,
para ver el ceño fruncido de esos malabaristas y payasos.
Cuando acudían a hacerte sus números.
Jamás comprendiste que no conviene
dejar que otros vivan en su piel tus emociones.
Montabas el caballo cromado, con tu diplomático al lado
llevando un gato siamés al hombro.
Debió de ser muy duro descubrir
que no era tan estupendo,
cuando te robó todo lo que pudo.

¿Qué se siente?
¿Qué se siente,
a solas en la vida,
sin un hogar en tu destino.,
por todos ignorada,
como un caso perdido?

Princesa en el campanario, y toda esa gente guapa,
bebiendo convencida de su éxito.
Intercambiando todo tipo de preciosos obsequios.
Pero más vale que te apartes.
Que empeñes ese anillo de diamantes.
Te hacía mucha gracia
aquél Napoleón andrajoso, y como se expresaba.
Ve ahora con él, te llama. No puedes rechazarlo.
Cuando no tienes nada, nada tienes que perder.
Ya eres invisible. No tienes secretos que ocultar.

¿Qué se siente?
¿Qué se siente,
a solas en la vida,
sin un hogar en tu destino.,
por todos ignorada,
como un caso perdido?




Once upon a time you dressed so fine
You threw the bums a dime in your prime, didn't you?
People'd call, say, "Beware doll, you're bound to fall"
You thought they were all kiddin' you
You used to laugh about
Everybody that was hangin' out
Now you don't talk so loud
Now you don't seem so proud
About having to be scrounging for your next meal.

How does it feel
How does it feel
To be without a home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

You've gone to the finest school all right, Miss Lonely
But you know you only used to get juiced in it
And nobody has ever taught you how to live on the street
And now you find out you're gonna have to get used to it
You said you'd never compromise
With the mystery tramp, but now you realize
He's not selling any alibis
As you stare into the vacuum of his eyes
And ask him do you want to make a deal?

How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

You never turned around
to see the frowns on the jugglers and the clowns
When they all come down and did tricks for you
You never understood that it ain't no good
You shouldn't let other people get your kicks for you
You used to ride on the chrome horse with your diplomat
Who carried on his shoulder a Siamese cat
Ain't it hard when you discover that
He really wasn't where it's at
After he took from you everything he could steal.

How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?

Princess on the steeple and all the pretty people
They're drinkin', thinkin' that they got it made
Exchanging all kinds of precious gifts and things
But you'd better lift your diamond ring,
you'd better pawn it babe
You used to be so amused
At Napoleon in rags and the language that he used
Go to him now, he calls you, you can't refuse
When you got nothing, you got nothing to lose
You're invisible now, you got no secrets to conceal.

How does it feel
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?


DEREK WALCOTT (Santa Lucía, 1930- 2017)

LA LUZ DEL MUNDO

Resultado de imagen para bob marleyKaya ahora, , necesito kaya ahora,
Necesito Kaya ahora,
Porque cae la lluvia.
—Bob Marley

Marley cantaba rock en el estéreo del autobús
y aquella belleza le hacía en voz baja los coros.
Yo veía dónde las luces realzaban, definían,
los planos de sus mejillas; si esto fuera un retrato
se dejarían los claroscuros para el final, esas luces
transformaban en seda su negra piel; yo habría añadido un pendiente,
algo sencillo, en otro bueno, por el contraste, pero ella
no llevaba joyas. Imaginé su aroma poderoso y
dulce, como el de una pantera en reposo,
y su cabeza era como mínimo un blasón.
Cuando me miró, apartando luego la mirada educadamente
porque mirar fijamente a los desconocidos  no es de buen gusto,
era como una estatua, como un Delacroix negro
La Libertad guiando al pueblo, la suave curva
del blanco de sus ojos, la boca en caoba tallada,
su torso sólido, y femenino,
pero gradualmente hasta eso fue desapareciendo en el
atardecer, excepto la línea
de su perfil, y su mejilla realzada por la luz,
y pensé, ¡Oh belleza, eres la luz del mundo!
No fue la única vez que se me vino a la cabeza la frase
en el autobús de dieciséis asientos que traqueteaba entre
Gros-Islet y el Mercado, con su crujido de carbón
y la alfombra de basura vegetal tras las ventas del sábado,
y los ruidosos bares de ron, ante cuyas puertas de brillantes colores
se veían mujeres borrachas en las aceras, lo más triste del mundo,
recorriendo a tumbos su semana arriba, a tumbos su semana abajo.

El mercado, al cerrar aquella noche del Sábado,
me recordaba una infancia de errantes faroles
colgados de pértigas en las esquinas de las calles, y el viejo estruendo
de los vendedores y el tráfico, cuando el farolero trepaba,
enganchaba una lámpara en su poste y pasaba a otra,
y los niños volvían el rostro hacia su polilla, sus
ojos blancos como sus ropas de noche; el propio mercado
estaba encerrado en su oscuridad ensimismada
y las sombras peleaban por el pan en las tiendas,
o peleaban por el hábito de pelear
en los eléctricos bares de ron. Recuerdo las sombras.

El autobús se llenaba lentamente mientras oscurecía en la estación.
Yo estaba sentado en el asiento delantero, me sobraba tiempo.
Miré a dos muchachas, una con un corpiño
y pantalones cortos amarillos, una flor en el cabello,
y sentí una pacífica lujuria; la otra era menos interesante.
Aquel anochecer había recorrido las calles de la ciudad
donde había nacido y crecido, pensando en mi madre
con su pelo blanco teñido por la luz del atardecer,
y las inclinadas casas de madera que parecían perversas
en su retorcimiento; había fisgado salones
con celosías a medio cerrar, muebles a oscuras,
poltronas, una mesa central con flores de cera,
y la litografía del Sagrado Corazón,
buhoneros vendiendo aún a las calles vacías:
dulces, frutos secos, chocolates reblandecidos, pasteles de
nuez, caramelos.
Una anciana con un sombrero de paja sobre su pañuelo
se nos acercó cojeando con una cesta; en algún lugar,
a cierta distancia, había otra cesta más pesada
que no podía acarrear. Estaba aterrada.
Le dijo al conductor: «Pas quittez moi a terre»,
Qué significa, en su patois: «No me deje aquí tirada»,
Qué es, en su historia y en la de su pueblo:
«No me deje en la tierra» o, con un cambio de acento:
«No me deje la tierra» [como herencia];
«Pas quittez moi a terre, transporte celestial,
No me dejes en tierra, ya he tenido bastante».
El autobús se llenó en la oscuridad de pesadas sombras
que no deseaban quedarse en la tierra; no, que serían abandonadas
en la tierra y tendrían que buscarse la vida.
El abandono era algo a lo que se habían acostumbrado.
Y yo les había abandonado, lo supe allí,
sentado en el autobús, en la media luz tranquila como el mar,
con hombres inclinados sobre canoas, y las luces naranjas
de la punta de Vigie, negras barcas en el agua;
yo, que nunca pude dar consistencia a mi sombra
para convertirla en una de sus sombras, les había dejado su tierra,
sus peleas de ron blanco y sus sacos de carbón,
su odio a los capataces, a toda autoridad.
Me sentía profundamente enamorado de la mujer junto a la ventana.
Quería marcharme a casa con ella aquella noche.
Quería que ella tuviera la llave de nuestra cabaña
junto a la playa en GrosIlet; quería que se pusiese
un camisón liso y blanco que se vertiera como agua
sobre las negras rocas de sus pechos, yacer
simplemente a su lado junto al círculo de luz de un quinqué de latón
con mecha de queroseno, y decirle en silencio
que su cabello era como el bosque de una colina en la noche,
que un goteo de ríos recorría sus axilas,
que le compraría Benin si así lo deseaba,
y que jamás la dejaría en la tierra. Y decírselo también a los otros.

Porque me embargaba un gran amor capaz de hacerme
romper en llanto,
y una pena que irritaba mis ojos como una ortiga,
temía ponerme a sollozar de repente
en el transporte público con Marley sonando,
y un niño mirando sobre los hombros
del conductor y los míos hacia las luces que se aproximaban,
hacia el paso veloz de la carretera en la oscuridad del campo,
las luces en las casas de las pequeñas colinas,
y la espesura de estrellas; les había abandonado,
les había dejado en la tierra, les dejé para que cantaran
las canciones de Marley sobre una tristeza real como el olor
de la lluvia sobre el suelo seco, o el olor de la arena mojada,
y el autobús resultaba acogedor gracias a su amabilidad,
su cortesía, y sus educadas despedidas

a la luz de los faros. En el fragor,
en la música rítmica y plañidera, el exigente aroma
que procedía de sus cuerpos. Yo quería que el autobús
siquiera su camino para siempre, que nadie se bajara
y dijera buenas noches a la luz de los faros
y tomara el tortuoso camino hacia la puerta iluminada,
guiado por las luciérnagas; quería que la belleza de ella
penetrara en la calidez de la acogedora madera,
ante el aliviado repiquetear de platos esmaltados
en la cocina, y el árbol en el patio,
pero llegué a mi parada. Delante del Hotel Halcyon.
El vestíbulo estaría lleno de transeúntes como yo.
Luego pasearía con las olas playa arriba.
Me bajé del autobús sin decir buenas noches.
Ese buenas noches estaría lleno de amor inexpresable.
Siguieron adelante en su autobús, me dejaron en la tierra.
Entonces, un poco más allá, el vehículo se detuvo. Un hombre
gritó mi nombre desde la ventanilla.
Caminé hasta él. Me tendió algo.
Se me había caído del bolsillo una cajetilla de cigarrillos.
Me la devolvió. Me di la vuelta para ocultar mis lágrimas.
No deseaban nada, nada había que yo pudiera darles
salvo esta cosa que he llamado «La Luz del Mundo».


Resultado de imagen para derek walcottDerek Alton Walcott (Castries, Santa Lucía, una de las islas de Barlovento en las Antillas Menores 23 de enero de 1930-17 de marzo de 2017) fue un poeta, dramaturgo y artista visual santaluciano.