NOCHE MÁS ALLÁ DE LA NOCHE
(1980-19829)
CANTO
II
Un sol de piedra tengo
contenido en mi cráneo.
Tengo un lago de plata
fundida en mi cerebro.
Me está abrasando el alma un
milenio de música,
mientras llega del fondo de la noche y su nada,
del lomo adormecido y
bestial del desierto,
un perfume de estiércol y de
intensos jazmines:
aroma que no aroma en la
nada vacía.
Se tambalea el orbe en la
curva del límite,
en esta arena que es
trituración de estatuas
y de sueños, o acaso el herido costado
de un cadáver sediento que se arrastra hacia el mar.
Algo viene de lejos, y nos
llama, y se va.
y todo es
un silencio, y un presente infinito.
Algo devora el alma en su
inmovilidad.
Algo silba en la médula de
las vértebras, sube
como mercurio o bola de oro
o de fuego.
hasta el cráneo y allí
estalla, y nos sumerge
en un mareo inmenso a mi
carne y al mundo.
¿Será acaso el desierto el fósil
de algún cielo,
firmamento en cenizas o un
gran mar calcinado?
¿y el cielo no será un desierto mineral, negador,
a pesar de sus brillos, del
secreto divino?
El cuerpo del desierto y el cuerpo del mar
se penetran de noche, y ya oigo derramado,
allá arriba, un aullido de
placer y de muerte
en el que se desgarran los
hombres y los dioses
que a lo largo del tiempo
han sido, y que serán.
CANTO
XXXV
Me he sentado
en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la sabia de los troncos talados,
y, como roca voy respirando el silencio
y, como las raíces negras, respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado,
en un mundo visible, por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".
DE “TIEMPO Y ABISMO” 1999- 2002
Zamira ama los lobos
Zamira ama los lobos.
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.
Tú y yo estamos en este hospital
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quienes pasarán,
cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
El vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos, un poco, la muerte nuestra.
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quienes pasarán,
cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
El vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos, un poco, la muerte nuestra.
Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos,
a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del sol
en mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos,
a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del sol
en mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.
Zamira ama los lobos,
quiere escapar del laberinto de piedra y cristal
del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.
quiere escapar del laberinto de piedra y cristal
del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.
I
Ya
no hay luz en el mundo.
Toda
la luz está en nuestro interior.
Toda
la luz está entre nuestras cejas,
en
ese centro o punto
donde
un tiempo eterno
nos
está contemplando.
Esa
luz que ya es
todas
las luces
y
en la que descansa
la
palabra más viva
por
muerta.
No
olvidéis la palabra sin letras,
la
que entreabre muros
y
es flecha hacia el abismo
de
la luz.
No
olvidéis la palabra
que
aún grita su silencio.
Cierro
los ojos.
Tiembla
el ciprés.