lunes, 20 de marzo de 2017

DEREK WALCOTT (Santa Lucía, 1930- 2017)

LA LUZ DEL MUNDO

Resultado de imagen para bob marleyKaya ahora, , necesito kaya ahora,
Necesito Kaya ahora,
Porque cae la lluvia.
—Bob Marley

Marley cantaba rock en el estéreo del autobús
y aquella belleza le hacía en voz baja los coros.
Yo veía dónde las luces realzaban, definían,
los planos de sus mejillas; si esto fuera un retrato
se dejarían los claroscuros para el final, esas luces
transformaban en seda su negra piel; yo habría añadido un pendiente,
algo sencillo, en otro bueno, por el contraste, pero ella
no llevaba joyas. Imaginé su aroma poderoso y
dulce, como el de una pantera en reposo,
y su cabeza era como mínimo un blasón.
Cuando me miró, apartando luego la mirada educadamente
porque mirar fijamente a los desconocidos  no es de buen gusto,
era como una estatua, como un Delacroix negro
La Libertad guiando al pueblo, la suave curva
del blanco de sus ojos, la boca en caoba tallada,
su torso sólido, y femenino,
pero gradualmente hasta eso fue desapareciendo en el
atardecer, excepto la línea
de su perfil, y su mejilla realzada por la luz,
y pensé, ¡Oh belleza, eres la luz del mundo!
No fue la única vez que se me vino a la cabeza la frase
en el autobús de dieciséis asientos que traqueteaba entre
Gros-Islet y el Mercado, con su crujido de carbón
y la alfombra de basura vegetal tras las ventas del sábado,
y los ruidosos bares de ron, ante cuyas puertas de brillantes colores
se veían mujeres borrachas en las aceras, lo más triste del mundo,
recorriendo a tumbos su semana arriba, a tumbos su semana abajo.

El mercado, al cerrar aquella noche del Sábado,
me recordaba una infancia de errantes faroles
colgados de pértigas en las esquinas de las calles, y el viejo estruendo
de los vendedores y el tráfico, cuando el farolero trepaba,
enganchaba una lámpara en su poste y pasaba a otra,
y los niños volvían el rostro hacia su polilla, sus
ojos blancos como sus ropas de noche; el propio mercado
estaba encerrado en su oscuridad ensimismada
y las sombras peleaban por el pan en las tiendas,
o peleaban por el hábito de pelear
en los eléctricos bares de ron. Recuerdo las sombras.

El autobús se llenaba lentamente mientras oscurecía en la estación.
Yo estaba sentado en el asiento delantero, me sobraba tiempo.
Miré a dos muchachas, una con un corpiño
y pantalones cortos amarillos, una flor en el cabello,
y sentí una pacífica lujuria; la otra era menos interesante.
Aquel anochecer había recorrido las calles de la ciudad
donde había nacido y crecido, pensando en mi madre
con su pelo blanco teñido por la luz del atardecer,
y las inclinadas casas de madera que parecían perversas
en su retorcimiento; había fisgado salones
con celosías a medio cerrar, muebles a oscuras,
poltronas, una mesa central con flores de cera,
y la litografía del Sagrado Corazón,
buhoneros vendiendo aún a las calles vacías:
dulces, frutos secos, chocolates reblandecidos, pasteles de
nuez, caramelos.
Una anciana con un sombrero de paja sobre su pañuelo
se nos acercó cojeando con una cesta; en algún lugar,
a cierta distancia, había otra cesta más pesada
que no podía acarrear. Estaba aterrada.
Le dijo al conductor: «Pas quittez moi a terre»,
Qué significa, en su patois: «No me deje aquí tirada»,
Qué es, en su historia y en la de su pueblo:
«No me deje en la tierra» o, con un cambio de acento:
«No me deje la tierra» [como herencia];
«Pas quittez moi a terre, transporte celestial,
No me dejes en tierra, ya he tenido bastante».
El autobús se llenó en la oscuridad de pesadas sombras
que no deseaban quedarse en la tierra; no, que serían abandonadas
en la tierra y tendrían que buscarse la vida.
El abandono era algo a lo que se habían acostumbrado.
Y yo les había abandonado, lo supe allí,
sentado en el autobús, en la media luz tranquila como el mar,
con hombres inclinados sobre canoas, y las luces naranjas
de la punta de Vigie, negras barcas en el agua;
yo, que nunca pude dar consistencia a mi sombra
para convertirla en una de sus sombras, les había dejado su tierra,
sus peleas de ron blanco y sus sacos de carbón,
su odio a los capataces, a toda autoridad.
Me sentía profundamente enamorado de la mujer junto a la ventana.
Quería marcharme a casa con ella aquella noche.
Quería que ella tuviera la llave de nuestra cabaña
junto a la playa en GrosIlet; quería que se pusiese
un camisón liso y blanco que se vertiera como agua
sobre las negras rocas de sus pechos, yacer
simplemente a su lado junto al círculo de luz de un quinqué de latón
con mecha de queroseno, y decirle en silencio
que su cabello era como el bosque de una colina en la noche,
que un goteo de ríos recorría sus axilas,
que le compraría Benin si así lo deseaba,
y que jamás la dejaría en la tierra. Y decírselo también a los otros.

Porque me embargaba un gran amor capaz de hacerme
romper en llanto,
y una pena que irritaba mis ojos como una ortiga,
temía ponerme a sollozar de repente
en el transporte público con Marley sonando,
y un niño mirando sobre los hombros
del conductor y los míos hacia las luces que se aproximaban,
hacia el paso veloz de la carretera en la oscuridad del campo,
las luces en las casas de las pequeñas colinas,
y la espesura de estrellas; les había abandonado,
les había dejado en la tierra, les dejé para que cantaran
las canciones de Marley sobre una tristeza real como el olor
de la lluvia sobre el suelo seco, o el olor de la arena mojada,
y el autobús resultaba acogedor gracias a su amabilidad,
su cortesía, y sus educadas despedidas

a la luz de los faros. En el fragor,
en la música rítmica y plañidera, el exigente aroma
que procedía de sus cuerpos. Yo quería que el autobús
siquiera su camino para siempre, que nadie se bajara
y dijera buenas noches a la luz de los faros
y tomara el tortuoso camino hacia la puerta iluminada,
guiado por las luciérnagas; quería que la belleza de ella
penetrara en la calidez de la acogedora madera,
ante el aliviado repiquetear de platos esmaltados
en la cocina, y el árbol en el patio,
pero llegué a mi parada. Delante del Hotel Halcyon.
El vestíbulo estaría lleno de transeúntes como yo.
Luego pasearía con las olas playa arriba.
Me bajé del autobús sin decir buenas noches.
Ese buenas noches estaría lleno de amor inexpresable.
Siguieron adelante en su autobús, me dejaron en la tierra.
Entonces, un poco más allá, el vehículo se detuvo. Un hombre
gritó mi nombre desde la ventanilla.
Caminé hasta él. Me tendió algo.
Se me había caído del bolsillo una cajetilla de cigarrillos.
Me la devolvió. Me di la vuelta para ocultar mis lágrimas.
No deseaban nada, nada había que yo pudiera darles
salvo esta cosa que he llamado «La Luz del Mundo».


Resultado de imagen para derek walcottDerek Alton Walcott (Castries, Santa Lucía, una de las islas de Barlovento en las Antillas Menores 23 de enero de 1930-17 de marzo de 2017) fue un poeta, dramaturgo y artista visual santaluciano.

domingo, 17 de julio de 2016

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS (1957- ) Colombia.

EL DRAGÓN

El dragón se mira
de soslayo

la belleza
y el horror
en proporción
exacta

sabe dónde
buscar su suerte

cierra los ojos

la música le rompe
el corazón





LILA

En la sombra
del pino
una lila blanca

nube pequeña
en su cielo de tinta




FINAL

Ningún verso
vendrá a  buscarnos




271
Juncos
flores
agua
pájaros

la vida
no parece dura

ni las  piedras
                                         Del libro, Una palabra cada día, poesía letra a letra, 2015.  



Medellín, Colombia, (1957), abogado de la Universidad de Antioquia y Magister en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana, ha publicado: Libro de poemas (1987), Breves días (Premio Nacional de Poesía Colcultura, 1992), Pequeño reino (1998), Espacios en blanco (2000) y Libreta de apuntes (2006), el taller de la llama (2008), Hasta el fin de los números (2012), Una palabra cada día (2015).


domingo, 7 de diciembre de 2014

ANTONIO COLINAS : ESPAÑA 1946- (SELECCIÓN DE POEMAS)

NOCHE MÁS ALLÁ DE LA NOCHE (1980-19829)


CANTO II

Un sol de piedra tengo contenido en mi cráneo.
Tengo un lago de plata fundida en mi cerebro.
Me está abrasando el alma un milenio de música,
mientras  llega del fondo de la noche y su nada,
del lomo adormecido y bestial del desierto,
un perfume de estiércol y de intensos jazmines:
aroma que no aroma en la nada vacía.
Se tambalea el orbe en la curva del límite,
en esta arena que es trituración de estatuas
y  de sueños, o acaso el herido costado
de un  cadáver sediento  que se arrastra hacia el mar.
Algo viene de lejos, y nos llama, y se va.
y  todo es  un silencio, y un presente infinito.
Algo devora el alma en su inmovilidad.
Algo silba en la médula de las vértebras, sube
como mercurio o bola de oro o de fuego.
hasta el cráneo y allí estalla, y nos sumerge
en un mareo inmenso a mi carne y al mundo.
¿Será  acaso el desierto el  fósil  de algún cielo,
firmamento en cenizas o un gran mar calcinado?
¿y el cielo no será  un desierto mineral, negador,
a pesar de sus brillos, del secreto divino?
El cuerpo del desierto  y el cuerpo del mar
se penetran  de noche, y ya oigo derramado,
allá arriba, un aullido de placer y de muerte
en el que se desgarran los hombres y los dioses
que a lo largo del tiempo han sido, y que serán.



 CANTO XXXV



Me he sentado en el centro del bosque a respirar. 
He respirado al lado del mar fuego de luz. 
Lento respira el mundo en mi respiración. 
En la noche respiro la noche de la noche. 
Respira el labio en labio el aire enamorado. 
Boca puesta en la boca cerrada de secretos, 
respiro con la sabia de los troncos talados, 
y, como roca voy respirando el silencio 
y, como las raíces negras, respiro azul 
arriba en los ramajes de verdor rumoroso. 
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce 
sombrío de mis venas toda la luz del mundo. 
Y yo era un gran sol de luz que respiraba. 
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho 
que inspira la luz y espira la sombra, 
que recibe el día y desprende la noche, 
que inspira la vida y espira la muerte. 
Inspirar, espirar, respirar: la fusión 
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia. 
Ebriedad de sentirse invadido por algo 
sin color ni sustancia, y verse derrotado, 
en un mundo visible, por esencia invisible. 
Me he sentado en el centro del bosque a respirar. 
Me he sentado en el centro del mundo a respirar. 
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo 
y, al despertar, mis labios musitaban despacio 
en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce 
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".



DE “TIEMPO Y ABISMO”  1999- 2002


Zamira ama los lobos

Zamira ama los lobos.
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.
Tú y yo estamos en este hospital
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quienes pasarán,
cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
El vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos, un poco, la muerte nuestra.
    Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos,
a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del sol
en mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.
Zamira ama los lobos,
quiere escapar del laberinto de piedra y cristal
del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.



I

Ya no hay luz en el mundo.
Toda la luz está en nuestro interior.
Toda la luz está entre nuestras cejas,
en ese centro o punto
donde un tiempo eterno
nos está contemplando.
Esa luz que ya es
todas las luces
y en la que descansa
la palabra más viva
por muerta.

No olvidéis la palabra sin letras,
la que entreabre muros
y es flecha hacia el abismo
de la luz.
No olvidéis la palabra
que aún grita su silencio.

Cierro los ojos.
Tiembla el ciprés.











viernes, 24 de octubre de 2014

POEMAS DE HUGO MUJICA (1942- ARGENTINA)



1986   DE RESPONSORIALES



12
En lo hondo no hay raíces,
                                         hay lo arrancado




18.
hay hambres que no son de hambres
                                                            son de hastío

                        muero de hombre
                                                   en este hueco de dios



DE ESCRITO EN UN REFLEJO
1987

3.
vivir como bajo el mar
donde respirar es tragar la muerte
o como buscando
un hijo perdido en la muchedumbre,
                              sin saber dónde está,
                                                   sin saber si ha nacido






  DE NOCHE ABIERTA 1999


Tierra desnuda

hay días en que nombrar no basta

descalzo, salí a sentir la tierra
las hojas
la madrugada fría.

bajo un árbol inclinado bajo el paso
de tantos vientos

(hueco y reseco
de retorcerse en sus ramas)
me supe vivo:

temblé la escarcha, el misterio, el vacío
y no pude sino caer, abrazar
el tronco
y llorar tanta belleza
mezclando mi sal
                  con la tierra desnuda.

al caer la tarde,
la postrera, callaremos las palabras
con las que enhebramos
              los pedazos de la vida;

cuando llegue la noche
y se nos devuelva el silencio
                                  oiremos al fin el latido.



 DE LO NACIENTE  (2007)

La inspiración
es como una cercanía de lo
lejano,
un soplo sin viento,
                             un ruego que no pide, ofrece;

una ausencia presente en su
 faltar,
un llamado que está al final,
                                             que llama siempre a comenzar.


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Crear es cada vez volver a lo inicial,
cada vez a lo que nunca fue.

crear es llegar hasta donde nunca se llega:
                                 desde donde cada vez se parte otro.

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El silencio, el poético está siempre al final,
                                         allí, donde el inicial se escucha.

……………………………………………………………………………………
                     La historia del silencio son las palabras,
La escucha de ese silencio es la poesía.
………………………………………………………………………………………

En el silencio la poesía se desnuda, 
                                    en la desnudez el poema se encarna.



HUGO MUJICA nació en Buenos Aires en 1942. Estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Esta gama de estudios se refleja en la variación de su obra que abarca tanto la filosofía, como la antropología, la narrativa como la mística y sobre todo la poesía.
Entre sus principales libros de ensayos se cuentan "Kyrie Eleison" (1991), "Kénosis" (1992), "La palabra inicial" (1995), "Flecha en la niebla" (1997), "Poéticas del vacío" (2002), "Lo naciente" (2007), "La casa y otros ensayos" (2008) y "La pasión según Georg Trakl" (2009). "Solemne y mesurado" (1990) y "Bajo toda la lluvia del mundo" (2008), son sus dos libros de cuentos.
Su obra poética, iniciada en 1983, ha sido editada en Argentina, España, Italia, Francia, México, Estados Unidos, Chile, Eslovenia, Bulgaria, Ecuador, Costa Rica, Venezuela y Uruguay. En 2013 publicó "Poesía completa 1983-2011", en la editorial Vaso Roto, México-España, en 2013 se editó su último libro de poesía: "Cuando todo calla", por el que recibió el XIII Premio Casa de América de Poesía Americana. Su vida y sus viajes han sido el material principal de su obra, hitos como el haber vivido y participado de la década de los 60 en el Greenwich Village de Nueva York, como artista plástico, o el haber callado durante siete años en el silencio de la vida monástica de la Orden Trapense, donde comenzó a escribir, son algunos de los mojones de su historia

miércoles, 9 de julio de 2014

HERNANDO GUERRA TOVAR (1954-) COLOMBIA



ORÁCULO

Vi la montaña lejana
Y al hombre que estaba en ella.
Descendí llorando sangre.
Al pasar junto a mí,
No tenía rostro ni máscara.
Sólo vacío.

CIUDAD ILUMINADA

Quizás una ciudad iluminada
Nos mire desde adentro

divididos desde el primer abismo

Desde  el primer poema exiliados
En esta ciudad que se desploma


LA MIRADA
Por la ventana de la noche
larga como el recuerdo
asoma la mirada
busca un bosque, un río
aguas tranquilas donde se mece
el viento de la infancia
busca un camino perdido
en la montaña, la aldea
rostros ausentes en la sombra
Por la ventana de la noche
en la hora que envejece
pregunta una luz, y una luz
se anuncia en la distancia
es la casa
donde el fuego se enciende
para abrigar el sueño
y ahuyentar los fantasmas
es la casa
en que la madre teje
los vestidos del viento
mientras canta en voz alta
la canción del silencio

casa vegetal
donde un niño asombrado
abre la ventana
la noche